sábado, 8 de diciembre de 2007
La Huida
Me levanté lentamente del asiento gris, y fui a la ventana. El vehículo estaba ahí y lo único que tenía que hacer era escapar. Escapar de tus correos electrónicos, de tus cartas, de la podrida certidumbre de que estabas con otra y no te atrevías a decírmelo…después de tantos años…. Entonces quieres desaparecer, convertirte en gas, bruma….en nada.
El auto necesitaba gasolina, y yo traté de no conducir demasiado rápido, morir por escapar no me parecía tan atractivo.
Pronto dejé la ciudad, y ese olor a rancio, muy muy atrás. Conduje muchas horas, y estaba muerta de sed. El norte se extendía delante del parabrisas y me pregunté como sería ver un espejismo. Sin embargo sabía que la gasolinera no era ningún espejismo, estaba en el mapa, apenas.
Apenas porque era una casucha a punto de caerse y un tipo alto, delgado y cubierto de polvo clavaba unas tablas en el techo, subía y bajaba por una escalera de mano.
Me vio.
-¿Estanque lleno? Sus ojos eran negros y muy penetrantes.
- Si, por favor. ¿Vende agua mineral? Me miró de arriba a bajo buscando surcos en mi camiseta blanca.
- Claro. Le conviene comprar bastante. No hay otra estación de servicio en cien kilómetros. Sus ojos estaban posados en mis pezones, calmadamente sin la menor muestra de vergüenza.
- Entonces me llevaré varias botellas. Su insolencia no me molestaba, nada me molestaba, ni el calor, ni las moscas, ni la sed. Sólo ese golpe seco en el pecho, ese hoyo negro subiendo y bajando por mi garganta.
- ¿Qué hace tan lejos? Estos pueblos abandonados no son de ningún interés, con excepción de algunos gringos o documentalistas. Y los locos que creen que pueden encontrar oro en alguna casa abandonada de las salitreras.
- Voy a María Elena. Quiero tomar unas fotos del antiguo teatro.
_ Supongo que no tiene miedo a los fantasmas. Yo no iría allá ahora que el sol está bajando.
Yo iría a cualquier parte en donde nada me recordara de lo que venia escapando, en realidad mi viaje era hacia la nada….María Elena me parecía el paraíso.
Llegué con la puesta de sol y dejé el auto luego de mi tercera botella de agua. Recorrí las calles muertas de un pueblo que algún día estuvo lleno de gente vivaz y ruidos y vida. Encontré un grifo y lo abrí. Sólo por curiosidad. Había agua. Recordé que no hacía mucho se había filmado una serie allí. Entonces comencé a desear encontrar más, tal vez lavarme, estaba muy transpirada.
No fue difícil abrir la puerta del antiguo hotel. Subí con cuidado los veinte escalones, después de comprobar que no habían grifos en el primer piso. Una de las habitaciones no estaba cerrada con llave, en el centro había una cama grande, maltrecha y cubierta de una cubrecama viejísima de terciopelo rojo y una capa fina de polvo. Las telarañas habían tejido una cortina en la ventana, no pude menos que asombrarme. El baño no tenía puerta y corrí al grifo….si había agua…
Me desnudé muy rápido y dejé mi ropa sobre una viejísima silla de mimbre, aun hacía mucho calor. Me metí en la tina y abrí el grifo del agua de la ducha. Una ola de frescura sacudió mi pelo…pensé que era el agua fría…pero no. No .
Algo se movió muy rápido y sentí una mano tibia en mi espalda, alguien, entonces.
_No te muevas, no hables, si gritas nadie te va a oir…solo dame un minuto.
Comencé a transpirar helado y finas lágrimas llenaron mis ojos, el miedo, la raíz del miedo.
- No te asustes, solo no quiero que grites. Sus manos estaban en mis caderas y cada vez que quería moverme me lo impedían sus piernas que parecían de hierro. Puso mis brazos contra la vieja pared de la tina, y entonces sentí su miembro pasar debajo de mis muslos, como un puente erecto que atravesaba mis piernas.
Sus manos subieron desde mis caderas y sentí su respiración en mis orejas, tibia, muy rápida. Su mano izquierda tomó uno de mis pechos y la derecha se metió entre mis piernas…yo cerré mis ojos mojados. La mano izquierda apretaba mi pezón y yo lo oía gemir entre mis piernas…
- No te voy a forzar, si quieres que me vaya, dímelo ahora. No pude hablar, no sabía que decir, estaba muerta, ya estaba muerta, ¿se pueden violar los muertos? De poder…se puede… ¿les importará a ellos?
Su lengua mojó mi cuello y la mano derecha subía lentamente hacía mi clítoris, tan lento, tan deliciosamente lento, que no lo soporté y me doblé hacía adelante. El me cargó y me sacó de la tina, estaba muy oscuro, y sentí la nube de polvo que mi cuerpo levantó en esa viejísima cama.
El estaba sobre mi, era delgado y tenía muy poco vello, pero su piel era muy suave. Me besó, abrió mi boca con su lengua de un gemido y yo también lo besé. Sentí la piel de su estómago en mi piel y sus piernas separando las mías. Rasguñó la piel de mis caderas cuando me penetró, se quejaba y gemía y hablaba….hasta por los codos.
- Que mojada estás mujer, pero que mojada….te voy a dejar llena, ya lo verás, no te arrepentirás de no haber gritado, ¿no te asusta la oscuridad?¿no te asusta que no puedas verme? Pero apuesto que te gusta sentirme…¿verdad que sí? Estoy muy adentro de ti ahora, que calor hay dentro de esa cueva, es mía esta noche, ¿verdad que es mía?
En verdad estaba muy dentro de mí y su boca mordía mis pezones y mamaba de mis pechos, iba de uno a otro y luego a mi boca, hablaba sin parar y yo gemía, gemía porque me estaba montando como un toro y eso me gustaba, me gustaba tanto que mis uñas rompían la piel de su espalda, y sabía que eso le dolía pero solo parecía excitarlo más…..hasta que todo dio vueltas en mi cabeza y creí que iba finalmente a desaparecer, o morir, o reventar.
Cuando desperté estaba sola, vestida con mi arrugada camiseta y mis jeans, no había señales de nada en la cama, mis botellas de agua en el suelo, mi bolso.
Me levanté, muy cansada y salí torpemente a buscar el auto….me puse en marcha y me devolví sobre mis pasos, estaba muerta de hambre y lo único que podía pensar era en la estación de servicio, treinta kilómetros atrás.
El encargado no estaba, eso pensé. Cuando me acerqué al hombre que estaba de pie al lado de los tanques de gasolina supe que era él, por sus ojos, negros y penetrantes. Hoy estaba limpio de pies a cabeza, su piel tenía un agradable tono mate y se había afeitado muy bien.
- No lo reconocí, dije desconfiada.
- Hoy es domingo, sonrío sin mirarme.
- Quiero galletas y refrescos.
- Se los traigo en seguida.
Volvió con galletas y chocolates y le pagué, sus manos estaban llenas de callos pero parecían suaves.
Ya me iba al auto cuando de pronto escuche su voz.
-¿Durmió bien la señorita? Muy serio, mirando hacia el sur.
_ Creo que si. Mirando hacia su nuca.
_ No creo que vuelva por estos villorrios olvidados por todos, ¿no es verdad?
_ Quien sabe, tal vez eso sea lo que me traiga de vuelta.
Eché a andar el motor, y por lo menos, el hoyo negro en mi pecho parecía inexistente…hasta ese momento.
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1 comentario:
Me ha encantado pero casi me quedo sin vista, no puedo leer con fondo negro, porque después no veo nada jaja... felicidades!!!
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