martes, 17 de julio de 2007

La LLave


La LLave

Para Marcelo

27 de Abril, 1997.

Antonio:

Dejé la llave bajo el macetero. El lugar más obvio, como tú lo llamas. No te preocupes. No creo que vuelva. Ya bastante sucedió como para querer joderte la vida aún más. Ya se que crees que no fui culpable. Pero me hago absolutamente responsable de mis orgasmos, sus preludios y consecuencias.


Tamara


Recogí la carta junto con la cuenta del celular, las subscripciones a diarios y revistas y toda la basura que suele llegar. Bueno, a todos.
Me sentí lleno de una tibieza especial cuando toqué su carta. No creo que la ame, por cierto, pero quien sabe. Tal vez sí.
Aquí llueve todo el tiempo y uno de esos viernes buscaba una porno en el Pay Per View, Claudia, mi pareja, trabajaba en su tesis en el campo. No vendría hasta el día siguiente. Así que nada, nada de nada. Solo yo, la porno y el Pay Per View.
Golpeó mi puerta desesperadamente y la dejé entrar. Tamara, la mujer de mi hermano, habían peleado. El le pegó.
Me sentí, como cualquier tipo medianamente decente, avergonzado y molesto. La abracé, la dejé que llorara y le preparé un café.
Claudia hace los cafés harto mejor que yo. Ella lo hace todo bien. Sin embargo, hay algo, algo entre nosotros que no puedo describir. Cuando estamos en la cama y estoy adentro de ella, sólo siento mi placer, mi desesperación por romperla en mil pedazos, mi falo golpeando sus paredes con furia. Ella se queja, transpira, aprieta sus manos contra mis caderas. Pero es su gozo el que necesito sentir, sus gritos de hembra siendo penetrada, una pasión de yegüa en monta, en celo.
El solo pensar en eso, en lo que nos falta, hace que mi calzoncillo explote.
Tamara tenía los ojos rojos y se veía muy cansada, sentí pena por ella. Le presté una toalla y puse sábanas en el dormitorio de las visitas. Todo normal, triste pero normal
Como a las tres de la mañana me desperté. La sentí llorar. Un impulso hizo que me levantara. De verdad, te juro, me moría de pena por ella. Llegué a su puerta y entonces me di cuenta que no eran sollozos. Tamara se masturbaba y gemía. Por un momento pensé que quería excitarme, que quería que la penetrara, que me estaba…no sé…provocando, que sabía…mínimo lo que hacía. No era así.
Me arrodillé y miré por la cerradura. Ella estaba sentada en cuclillas sobre la cama frotándose la vagina con las dos manos. Sus pechos, chiquitos y redondos estaban llenos de sudor. El sudor le caía a chorros desde la frente y tenía los ojos cerrados.
Estaba tan concentrada que te juro, parecía en trance, un trance divino y caliente.
Todos los vellos finos, esos a ras de la piel de mi espalda, se levantaron. Creo que al mismo tiempo que mi pene. Ni que uno pudiera controlar eso. Aún, con la mujer del bruto de mi hermano.
Ella aullaba, se frotaba desde el clítoris al ano y te juro que nunca vi una mujer con más jugo.
Había en el aire un olor a almizcle, a sexo, a hembra…
Abrí la puerta, no me resistí.
Su cara se transformó y quiso decir algo. Yo le callé los labios con el dedo y ella me miró.
La senté de un solo movimiento en mi pene duro, tieso, lubricado y furioso. Ella entendió. Puso sus manos en mis hombros y me montó.
No dejó que la besara así que le mordí los pezones con rabia.
Ella subía y bajaba por ese tubo pegajoso, las paredes de su vagina me apretujaban y me controlé para no eyacular. Empezó a gritar, a llamar a Dios y a otros santos, a lamerme la cara y meterme sus pechos en mi boca.
Su aullido y mis gritos también convergieron, hasta que finalmente acabé en su cara. No quería preñarla, ¿sabes?. Si, ya se que es una tontería, una pendejada, un mito.
Ella me abrazó y entonces me besó. Su boca estaba fresca como una fruta.
Dejé la llave en su mesa de noche, y aquí la tengo ahora, entre mis dedos. Y la huelo para ver si puedo sentir su olor de hembra en celo… y siento algo más…pero no puedo contártelo porque siento que Claudia abre la puerta con su llave.

1 comentario:

Oscar Emerson dijo...

Muy buen relato espero que no sea el único si no que muchos más